sábado, 9 de noviembre de 2013

El museo de las cosas inauditas

Dicen que los hombres sabios van en busca de las preguntas
Los ignorantes en busca de las respuestas

salva lorén

 Al franquear la puerta del numero cinco de Crellestrasse, me llega a los ojos, que no paran de preguntarse qué hacen todas aquellas cosas colgadas sobre la pared, piezas sin conexión alguna entre ellas. Lentamente me embarga una extraña sensación de incomodidad y como si algo estuviera perturbando una idea prefijada que ahora resulta equivocada.
Había algo dentro del espacio que alteró el alma y atrajo a la vez. Objetos que a primera vista no soy capaz de reconocer y que me resulta difícil dar una explicación racional. Objetos mudos que cuelgan, o bien se apoyan dentro de la misma pared o en una humilde peana casi invisible que permite al objeto todo su protagonismo. ¿Qué son todas aquellas piezas y quien las ha colgado allí en el centro de la nada una pieza aislada de las demás al lado de una piedra y esta al lado de un hueso o un simple trozo de piel? Todo parece indicar que se trata de un perturbado o una artista que pretende llamar la atención de un público desorientado. Ni uno ni lo otro. Un aroma parece orientar tus pensamientos de nuevo para concluir que un narrador anónimo pretende decirnos algo.
Me fijé, a pesar de su notable diferencia, en que todas las piezas expuestas guardan una relación entre sí. Que sin duda todo esta conectado. Un fino hilo invisible hilvana pieza a pieza para concluir en un texto maravilloso y surrealista.
La sala es el contenedor, la puerta a Crellestrasse una de sus tapas, y  otra, casi invisible, puerta su otra tapa para dejarme paso a un rincón sujeto a los vaivenes del espectador que tiene la dicha de poder admirar un catalogo aun por concluir. Algo más guarda el conocimiento y  sin dudarlo me adentro en el más absoluto de los conocimientos. Los objetos aún por narrar, dispuestos en grupos, por formas y su peso específico, La medida de peso  se convierte en el índice donde ofrecernos una orientación del contenido de ese centro del conocimiento.
Objetos sencillos, utilitarios y poseedores de una vida común. Anónimos elementos a punto de ser preguntados. Nada me contradice que trata de un archivo de cosas encontradas.
Aspiré de nuevo un cierto aroma pero en esta ocasión era de envidia irrefrenable. Algunos de aquellos objetos que se dispersaban a mi vista como un lienzo barroco, eran los personajes de mi imaginario. Se hacían reales al instante todos mis esbozos, apuntes de mi próximo proyecto, con cajas como contenedores, dioramas escenográficos donde esos mismos objetos iban a encontrar su hilo narrativo.
Cada átomo, cada partícula y esencia misma tomaba vida y entablaba una particular conversación con sus semejantes. Un hombre de oído atento podría haber escuchado como los objetos iban relatando su particular sentido de la vida.
Había tantas cosas que escuchar que me dispuse a dejarme atrapar por todos aquellos seres no narrados.
Aquella no era la sala de los objetos absurdos. Tan sólo significaba que  había encontrado, por fin, todas las cosas que sabían demasiado.


El museo de las cosas inauditas es un lugar para las cosas prodigiosas, un lugar literario, donde se presenta la parte maravillosa e increíble de la realidad.
Museum der unerhörten Dinge